miércoles, 9 de febrero de 2011

LESBIA, tan amada, tan odiada

La poesía de Catulo (87-54 a,C.) refleja con crudeza las experiencias de su propia vida. Parece que Lesbia fue su pasión, la amó profundamente. Pero algún acto de infidelidad por parte de ella debió cambiar sus sentimientos hacia ella hasta llegar al más profundo odio y desprecio. A continuación os transcribo varias poesías del poeta latino que reflejan ese cambio de sentimientos.

Lesbia y su gorrión, Sir Edward John Poynter

Vivamos, Lesbia mía, y amémonos,
y las murmuraciones de los viejos severos
pensemos que no valen un ardite.
El sol puede morir y renacer;
nosotros, cuando muera esta breve luz,
tendremos que dormir una noche perpetua.
Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, después cien más,
todavía otros mil y luego cien,
y, al fin, cuando contemos muchos miles,
confundamos la cuenta para no saber el total
y para que ningún malvado pueda aojarnos
al saber que los besos han sido tantos.
--- o ---
Me has preguntado, Lesbia, cuántos besos
tuyos llegarían a saciarme.
Tantos como arenas hay en Libia,
junto a Cirene, rica en laserpicio,
entre el oráculo del estivo Júpiter
y el sagrado sepulcro del viejo Bato;
o como las estrellas que, en la noche callada,
contemplan los amores furtivos de los hombres.
Tantos son, Lesbia, los besos tuyos
que podrían saciar al loco de Catulo.
Tantos que los curiosos no pudieran contarlos
ni hechizarlos con lengua venenosa.

--- o ---
Odio y amo. Tal vez preguntes cómo puedo hacerlo.
No lo sé, pero lo siento así y me torturo

--- o ---
Lesbia habla siempre mal de mí, pero no deja
nunca de nombrarme. Si Lesbia no me ama,
que me muera yo aquí y en este instante.
¿Que por qué? Porque a mí me ocurre lo mismo:
continuamente estoy maldiciendo de ella,
pero, ¡que me muera si no la amo!
--- o ---
Deja, pobre Catulo, de hacer locuras.
Da por perdido lo que ves perdido.
Brillaron antes para ti radiantes soles,
cuando ibas y venías por donde te llevaba una niña
a la que amaba yo como nunca será amada ninguna.
Muchos eran los juegos que le proponías,
y ella se sometía a todos tus caprichos.
Ahora ella ya no quiere. No quieras tú tampoco.
No merece la pena perseguir lo que huye,
ni acostumbrarse a vivir entre tormentos.
Resiste con obstinación. Aguanta. No cedas.
Adiós, niña. Catulo no va a ceder
ni va a solicitarte si tú no quieres,
pero a ti va a dolerte su indiferencia.
¡Ay de ti, miserable! ¡Qué vida te espera!
¿Quién irá a verte, quién te verá bella?
¿A quién querrás, a quién dirán que perteneces?
¿A quién besarás y qué labios vas a morder ahora?
Resiste tú, Catulo. Aguanta, No cedas.
--- o ---
Celio, mi Lesbia, aquella Lesbia,
la Lesbia aquella a la que Catulo
amó más que a sí mismo y que a los suyos,
ahora por callejas y esquinas descorteza
a los nietos del magnánimo Remo.

--- o ---
A tal extremo, Lesbia mía, ha llegado mi alma por tu culpa
y tanto se ha perdido, víctima de su propia fidelidad,
que, en adelante, no podrá quererte, aunque te vuelvas la mejor
de las mujeres, ni dejarte de amar, por mucho que hagas.

Poemas traducidos por Cuenca,L.A. y Alvar,A. Antología de la poesía latina, Alianza Editoria, 1990

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