En los tiempos del héroe griego Teseo, existía un bandido llamado Procrustes (otros lo llamaban Procusto) que solía asaltar el camino que unía Mégara con Atenas. En su cueva tenía dos lechos, uno corto y otro largo. A los viajeros que pasaban por aquel lugar los retenía, los llevaba a la cueva y los obligaba a tenderse en uno de los lechos. A los que tenían talla alta los tumbaba en el lecho corto; para adaptarlos a la cama, les cortaba el trozo de pies que sobresalía. En cambio, a los que tenían baja estatura los echaba en el lecho largo; a éstos los estiraba violentamente para adaptarlos al tamaño de la cama. Así conseguiría personas de un tamaño ideal para sus camas, unas personas a su medida. Pero ninguno de los viajeros se adaptaba a sus exigencias y de una manera o de otra todos morían y no lograba tener un solo amigo.
Un día, el héroe Teseo regresaba a Atenas cuando fue retenido por Procrustes e invitado a tumbarse en el lecho pequeño. Teseo se resistió y ambos se enzarzaron en una lucha en la que el bandido resultó muerto. La tranquilidad volvió a los caminantes que por el lugar pasaban.
Con frecuencia rechazamos a las personas que no son como nosotros queremos. Sólo nos fijamos en las apariencias, no indagamos en el interior de ellas. Así que despreciamos las oportunidades que nos da la vida para hacer nuevas amistades.
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